La información en español desde China y sobre China ha volado por los aires. O pasado a mejor vida. La preferencia a la hora de seleccionar asuntos provoca vómitos, sino directamente úlceras. Nos cuentan cuánto crece su economía, qué listos son sus niños, qué planes ejecutarán para que sus podridas ciudades pasen a ser limpias en un futuro cercano cuando la verdad es que la contaminación va a peor, la censura en aumento y el coste de la vida se dispara, incluso para la minoría que pueden adquirir alimentos no envenenados: los que pueblan cada lineal de supermercado en China.
Últimamente se ha puesto de moda hablar de tecnología, como si China tuviera algo que decir en el mundo de los teléfonos móviles, donde va a rebufo y gracias. Ya que seguir la estela copiando tampoco es que sea el mayor de los méritos. También se habla repetidas veces de su cultura, oxímoron si lo asociamos a China que como ya he dicho en multitud de ocasiones nunca soñó con dominar al periodista extranjero con tanta facilidad.
Gao Zhisheng.
En El País, por ejemplo, que hasta ahora disponía de un corresponsal que de vez en cuando denunciaba a esa estirpe de asesinos y explotadores –el PCCh, sin ir más lejos en la definición–, se ha pasado al mutismo absoluto, juntando unas líneas mal redactadas sobre Simon Leys, el sinólogo recientemente fallecido que denunció a Mao –la verdad es que lo que se publica sin firma es un chiste y un desprecio a las libertades–, o sobre Gao Zhisheng, un abogado chino que desapareció para luego ser recolocado en una cárcel de donde años después ha salido mudo –literalmente: no es capaz de pronunciar palabra– y extremadamente débil gracias a las torturas con las que la picadora de carne humana del gobierno chino agasaja a todo aquel que no piensa como ellos.
Que El País haya cesado en la crítica a Pekín duele. Pero es que El Mundo, directamente, no posee a hombre alguno en el país más poblado del planeta y que más se pasa por la zona rectal las libertades de su pueblo, demostrándose que España es a la valentía (y a la profesionalidad) lo que Xiaomi a la innovación tecnológica, por mucha propaganda que se les hagamos a las nuevas generaciones ‘han’. Queda ABC, que de vez en cuando acerca la alcachofa a los que salen de las cárceles sin capacidad para expresarse, razón que creo debería considerarse más que suficiente para que los que están allí movieran el culo de sus casas y se atrevieran a denunciar. Medios internacionales diversos sí redactaron sobre ambos asuntos: desde noticias a opiniones con algún que otro reportaje.
“Con problemas dentales y en mal estado de salud”, iniciaba su crónica para El País Natalia Tobón Tobón, cuando otros muchos medios cuentan detalles algo más escabrosos y preocupantes: parece ser que el abogado ha perdido más de veinte kilos, que no puede hablar, que vive en un limbo interno generado por la depresión que le causaban las palizas –quién sabe si aderezadas de descargas eléctricas, noticias inventadas sobre familiares fallecidos o imaginen ustedes qué tipo de crueldades– y que, además, no podrá salir de la casa de sus suegros en Urumqi, capital de Xinjiang, porque la policía le vigilará día y noche.
Su señora, exiliada en los Estados Unidos con sus dos hijos, comentó al respecto: “Si el presidente Xi Jinping tiene algún sentido de la decencia o de la humanidad, después de haber destrozado a mi marido física y mentalmente, al menos podría permitirme que le cuidara”. Se asume que el gobierno de Pekín no sólo no le permitirá a Gao Zhisheng emigrar a los Estados Unidos con su mujer e hijos, sino que muy probablemente tampoco podrá volver a su población natal, en la provincia de Shaanxi, tan distante de la convulsa región de Xinjiang.
Si aumentan contaminación, disidentes y censura es inconcebible que descienda la información, al menos la crítica, en un país al que numerosos periodistas acreditados son incapaces de auditar, siquiera toser.
